El pueblo que se mudó porque el océano llegó a su puerta

Lo primero que se nota sobre la isla de Shishmaref, Alaska, es que no debería estar allí.
Es una delgada franja de arena y permafrost, de apenas 800 metros de ancho, rodeada por las gélidas aguas del mar de Chukchi. Durante siglos, el pueblo inupiat vivió aquí, cazando focas, pescando y contando historias bajo cielos infinitos.

Entonces el océano decidió llevárselo de vuelta.


La desaparición lenta

Durante generaciones, el hielo que rodeaba Shishmaref se congelaba pronto y se derretía tarde. Ese hielo constituía el escudo de la isla, absorbiendo las olas de las violentas tormentas árticas. Pero a medida que el clima se calentaba, el hielo comenzó a congelarse más tarde en el año —a veces no hasta diciembre— y a derretirse antes en la primavera.

Sin su armadura helada, la isla comenzó a desmoronarse. El permafrost, que había permanecido sólido durante miles de años, comenzó a descongelarse. Con cada tormenta, el océano arrancaba un nuevo trozo de costa. Algunos años, la isla perdía tres metros de tierra en una sola noche .


El día que el cementerio cayó al mar

En 2002 se desató una tormenta de la que todavía se habla en susurros.
Las olas eran tan fuertes que derribaron parte del cementerio del pueblo al océano.
Ataúdes, huesos y recuerdos fueron arrastrados por la marea.

Una anciana, Ada, dijo que se quedó allí observando en silencio porque el dolor era indescriptible. "Enterramos a nuestra familia dos veces", le contó más tarde a un periodista. "Una vez en la tierra y otra en el mar".


Una decisión difícil

Para 2016, los residentes tuvieron que enfrentarse a una realidad que les rompió el corazón: su hogar no podía salvarse. El pueblo votó por reubicar a toda la comunidad en tierra firme, una mudanza que costaría más de 180 millones de dólares .

Algunos se resistieron, aferrándose a la tierra donde sus antepasados habían vivido durante siglos. Otros no vieron otra opción. «O nos mudamos», dijo un hombre, «o nos moverá el océano».


El panorama más amplio

Shishmaref no está solo.
Desde las Islas Carteret en Papúa Nueva Guinea hasta la Isla de Jean Charles en Luisiana, comunidades enteras están siendo absorbidas por el aumento del nivel del mar. Los científicos estiman que hasta 250 millones de personas en todo el mundo podrían verse desplazadas por el cambio climático para 2050.

Estos no son escenarios futuros. Son emergencias actuales. El océano ya está a la vuelta de la esquina.


El costo humano

Es fácil hablar del cambio climático con números y gráficos, pero detrás de cada estadística hay una historia: una abuela que perdió la ventana de su cocina por el mar, un niño cuya escuela se derrumbó por la erosión, un pescador cuyo barco ahora está donde solía estar su casa.

Y quizás ese sea el punto: la Tierra no cambia de la noche a la mañana. Cambia lentamente, ola a ola, tormenta a tormenta, hasta que un día te das cuenta de que el lugar que llamabas hogar ya no existe.


Si la ballena del Capítulo 2 nos mostró el costo de nuestros desechos, Shishmaref nos muestra el costo de nuestro calentamiento. Uno nos cuenta la historia de lo que desechamos, el otro, de lo que nos negamos a desprendernos, hasta que la naturaleza nos obliga a ello.

Regresar al blog

Deja un comentario