El bosque que se incendió en mitad de la noche

El olor me impactó primero.

No era el aroma cálido y reconfortante de una fogata, sino algo más intenso: un humo amargo y metálico que se pegaba a la garganta. Para cuando el sol se ocultaba en el horizonte, el bosque ya brillaba.

En Paradise, California, una noche de noviembre de 2018, la gente se fue a dormir pensando que mañana sería un día cualquiera. Pero al amanecer, el pueblo ya no existiría.


Una chispa se convierte en un infierno

El incendio Camp comenzó con una chispa: una línea de transmisión defectuosa propiedad de Pacific Gas and Electric.
Era una noche seca y ventosa, y el bosque que rodeaba Paradise estaba reseco tras meses sin lluvia. Esa pequeña chispa, invisible para cualquiera que pasara por allí, cayó en la maleza seca como una cerilla sobre un papel.

Al amanecer, el fuego se desplazaba a lo largo de un campo de fútbol cada tres segundos . Barrios enteros desaparecieron en menos de una hora.


El sonido del fuego

La gente suele imaginar un incendio forestal como algo silencioso, pero los supervivientes dicen que ruge: un rugido profundo y animal que se te mete en los huesos. Los coches se derritieron en la carretera. Las carreteras se convirtieron en ríos de llamas. El aire estaba tan denso de humo que las farolas permanecieron encendidas en pleno día.

Una mujer llamada Emily, que apenas logró escapar, dijo a los periodistas: “Parecía que el bosque gritaba”.


Una ardilla, un bombero y un momento de gracia

En medio del caos, sobresalen pequeños momentos extraños.
Un bombero, mientras limpiaba una cabaña en llamas, vio una pequeña ardilla gris, quemada pero viva, acurrucada en un rincón. La metió en su chaqueta.
Esa noche, mientras el mundo exterior ardía, la ardilla dormía contra su pecho, latido contra latido, un recordatorio de que incluso en la destrucción, hay lugar para el cuidado.


Un patrón global

Los incendios forestales no son sólo un problema de California.
En 2023, Canadá enfrentó su peor temporada de incendios forestales registrada, con más de 18 millones de hectáreas quemadas , una superficie mayor que la de Inglaterra. El Verano Negro australiano de 2019-2020 mató o desplazó a aproximadamente 3 mil millones de animales .

El cambio climático ha intensificado estos incendios. Veranos más calurosos, sequías más prolongadas y vientos impredecibles hacen que los incendios comiencen más rápido, se extiendan más lejos y ardan con mayor intensidad que hace una generación.


La ceniza que cae por todas partes

El humo de los incendios forestales no respeta fronteras.
En 2023, los neoyorquinos despertaron con un cielo anaranjado porque el humo de los incendios canadienses se desplazaba 2400 kilómetros al sur. Las escuelas cerraron. Los vuelos se suspendieron. La gente usaba mascarillas, no por la COVID-19 esta vez, sino porque el aire era tóxico.

A menudo pensamos en los desastres como tragedias locales. Pero en un mundo interconectado, un incendio en un bosque puede sofocar una ciudad al otro lado del continente.


Lecciones de las cenizas

Los incendios nos enseñan algo importante: nuestra seguridad está profundamente ligada a la salud del planeta.
Cuando los bosques se secan, cuando las temperaturas suben, cuando la negligencia corporativa ignora las advertencias de seguridad, no es la naturaleza la que nos persigue. Es el resultado de decisiones, políticas y prioridades que establecemos como sociedad.

Y si una sola chispa puede destruir una ciudad en cuestión de horas, imaginemos lo que millones de pequeños actos de cuidado podrían hacer a la inversa: replantar árboles, limpiar la maleza seca, crear cortafuegos y abordar la causa raíz: el cambio climático.

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